El Gobierno de Pedro Sánchez ha enfrentado un nuevo revés en su intento de que el catalán sea reconocido como lengua oficial en la Unión Europea (UE). A pesar de los esfuerzos del ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, para impulsar esta iniciativa, la respuesta de varios Estados miembros ha sido negativa, lo que plantea serias dudas sobre la viabilidad de esta propuesta. La situación se complica aún más con la proximidad de un Consejo de Asuntos Generales que podría decidir el futuro del catalán en el ámbito europeo.
El pasado martes, durante un debate preparatorio en Bruselas, se hizo evidente que la mayoría de los Estados miembros se oponen a la oficialidad del catalán. Entre los países que han expresado su escepticismo se encuentran Italia, Alemania, Francia, así como algunos de los países bálticos y Bulgaria. Esta oposición no es nueva, ya que muchos de estos Estados han argumentado en el pasado que la inclusión del catalán como lengua oficial podría tener implicaciones políticas y legales que aún no se han resuelto. La preocupación principal radica en que el reconocimiento del catalán podría sentar un precedente para otras lenguas minoritarias en Europa, lo que podría complicar aún más la dinámica lingüística dentro de la UE.
A pesar de los esfuerzos del Gobierno español por convencer a sus socios europeos, la situación sigue siendo incierta. En el último debate, solo Bélgica y Portugal se manifestaron a favor de la propuesta de Albares. La reforma del reglamento sobre el régimen lingüístico de la UE requiere unanimidad, lo que significa que, a menos que haya un cambio significativo en la postura de los Estados miembros, la propuesta de Sánchez podría fracasar nuevamente. Los informes solicitados sobre el impacto de esta medida aún no han sido concluidos, lo que añade más incertidumbre al proceso.
El Gobierno ha intentado mitigar las preocupaciones de sus socios ofreciendo cubrir todos los costos asociados con la oficialidad del catalán, que se estiman en 132 millones de euros anuales. Sin embargo, esta oferta no ha logrado cambiar la opinión de los Estados que se oponen a la medida. La próxima reunión sobre este tema está programada para el 21 de mayo, y se espera que el debate se limite a una discusión sin votación, lo que podría llevar a que el tema se archive indefinidamente.
La oficialidad del catalán es vista por algunos como un «pago adelantado» que Carles Puigdemont, líder de Junts, ha exigido a cambio de su apoyo al Gobierno de Sánchez. Esta situación ha llevado a que el tema se convierta en un punto de tensión en la política española, especialmente en el contexto de la presidencia española de la UE en el segundo semestre de 2023. A pesar de que el Gobierno ha intentado incluir este asunto en la agenda de los Consejos de Asuntos Generales, los avances han sido escasos.
La última vez que se discutió la oficialidad del catalán fue en marzo de 2024, y desde entonces, la situación ha permanecido estancada. La falta de interés por parte de otros Estados miembros y la ausencia de un debate significativo han llevado a que la propuesta se congele, dejando a la comunidad catalana en una situación de incertidumbre. Además, el Gobierno ha solicitado que el catalán pueda ser utilizado en los plenos del Parlamento Europeo, pero hasta ahora, la presidenta de la Eurocámara ha formado un grupo de trabajo que no ha producido resultados concretos.
La situación del catalán en la UE es un reflejo de las complejidades políticas y lingüísticas que enfrenta España en su relación con Europa. La resistencia de varios Estados miembros a aceptar la oficialidad del catalán pone de manifiesto las tensiones existentes en torno a la diversidad lingüística y cultural en el continente. A medida que se acercan las elecciones europeas y la entrada de nuevos países en la UE, como Ucrania y Moldavia, la cuestión del reconocimiento de lenguas minoritarias se vuelve aún más relevante.
En resumen, el intento del Gobierno de Sánchez de lograr la oficialidad del catalán en la UE enfrenta obstáculos significativos. La oposición de varios Estados miembros, junto con la falta de avances concretos en las discusiones, sugiere que este tema seguirá siendo un punto de fricción en la política española y europea. La próxima reunión del 21 de mayo será crucial para determinar si el catalán tendrá alguna posibilidad de reconocimiento en el futuro cercano.