Sudán se encuentra en medio de una devastadora guerra civil que ha desencadenado una de las peores crisis humanitarias del mundo. Este conflicto, que comenzó hace dos años, ha dejado a más de 24 millones de personas, aproximadamente la mitad de la población del país, sufriendo los efectos de la hambruna. Según el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de Naciones Unidas, la situación es crítica, con 755,000 ciudadanos en fase de catástrofe alimentaria. La violencia, el desplazamiento forzado y la falta de servicios básicos han marcado la vida de los sudaneses desde el inicio de las hostilidades entre el Ejército y las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR).
La guerra civil estalló en varios puntos del país, incluyendo la capital, Jartum, que está dividida en tres áreas por el Nilo. Las FAR, lideradas por Mohamed Hamdan Dagalo, conocido como Hemedti, se enfrentan al Ejército, cuyo líder es Abdelafat al Burham. Este conflicto se intensificó tras el golpe de Estado de 2021, que había llevado a una transición hacia la democracia que ahora parece lejana. Recientemente, el Ejército anunció el control total de Jartum, incluyendo el palacio presidencial y el aeropuerto principal, lo que marca un punto de inflexión en el conflicto. Sin embargo, los avances del Ejército no indican un final inminente, ya que su objetivo es eliminar por completo a las FAR.
La situación en Sudán es alarmante. La violencia indiscriminada contra civiles y las violaciones de derechos humanos han sido denunciadas por organizaciones como Amnistía Internacional. Además, el conflicto ha dado lugar a una crisis de desplazados, con cerca de 12 millones de sudaneses obligados a abandonar sus hogares. Muchos de ellos se dirigen a países vecinos como Egipto, Chad y Sudán del Sur, mientras que otros quedan atrapados en medio de los enfrentamientos. La coordinadora de emergencias de Médicos Sin Fronteras (MSF), Esperanza Santos, ha señalado que los grupos armados a menudo impiden que la población civil se mueva, utilizándola como escudo humano.
El reciente ataque de paramilitares afines a las FAR en los campos de desplazados de Zamzam y Abu Shouk dejó al menos 350 muertos, lo que ha llevado a un aumento significativo en el número de refugiados. MSF ha reportado la llegada de 12,000 refugiados en un solo día, superando ampliamente las previsiones de la Organización Internacional para las Migraciones. Estos refugiados, muchos de los cuales ya habían sido desplazados anteriormente, enfrentan condiciones extremas y la pérdida de seres queridos, incluyendo la muerte de ocho trabajadores de la ONG Relief International durante el ataque.
La guerra civil ha tenido un impacto devastador en la infraestructura del país. Solo el 38% de los hospitales en los siete estados de Sudán monitoreados por la OMS están operativos, y se han registrado 156 ataques contra instalaciones sanitarias. La falta de suministros médicos y vacunas ha llevado a brotes de enfermedades como el sarampión y el cólera. Santos ha enfatizado que la situación es crítica, ya que muchos niños no han podido ser vacunados en dos años, dejándolos en una situación de alta vulnerabilidad. Este bloqueo de suministros es, según ella, una estrategia deliberada de ambos bandos en conflicto.
La atención internacional hacia la crisis en Sudán ha sido escasa, lo que agrava aún más la situación. La falta de cobertura mediática y el desinterés de la comunidad internacional han dejado a millones de sudaneses en una lucha desesperada por sobrevivir. La guerra civil no solo ha llevado a la hambruna y el desplazamiento, sino que también ha destruido la esperanza de un futuro mejor para el pueblo sudanés. La comunidad internacional debe actuar con urgencia para abordar esta crisis humanitaria y proporcionar la asistencia necesaria a quienes más lo necesitan. La situación en Sudán es un recordatorio doloroso de las consecuencias devastadoras de los conflictos armados y la importancia de la intervención humanitaria en tiempos de crisis.