La falsificación de productos alimentarios es un fenómeno que ha cobrado una relevancia alarmante en los últimos años, especialmente en Europa. Aunque comúnmente se asocia con artículos de lujo o tecnología, la realidad es que cualquier producto que genere un negocio es susceptible de ser falsificado, y los alimentos no son la excepción. Este problema no solo afecta la economía, sino que también plantea serios riesgos para la salud pública. En este contexto, la Oficina Europea de Propiedad Intelectual (Euipo) ha lanzado una campaña para concienciar sobre los peligros de consumir productos falsificados, bajo el lema «¿Qué hay en la mesa?».
La magnitud de la falsificación alimentaria es sorprendente. Según estimaciones de la Euipo, las falsificaciones de vinos y bebidas espirituosas generan pérdidas anuales de aproximadamente 2.289 millones de euros en ventas para el sector en toda Europa. Esto se traduce en la destrucción de alrededor de 5.700 empleos y una pérdida adicional de 2.068 millones de euros en ingresos fiscales. España se posiciona como el país más afectado, con pérdidas directas para los bodegueros nacionales que ascienden a unos 380 millones de euros al año, lo que impacta a más de 1.100 empleos.
La situación es aún más preocupante si se considera que los alimentos son la segunda categoría más incautada en las fronteras de la Unión Europea, según el informe de Evaluación de las amenazas de los delitos contra la propiedad intelectual de 2022. Productos como galletas, pasta, dulces y patatas fritas son algunos de los más afectados. En el último año, Europol e Interpol llevaron a cabo la operación Opson, que resultó en la incautación de productos alimenticios falsificados y de calidad inferior por un valor de 91 millones de euros. Esta operación permitió desarticular 11 redes delictivas y llevar ante la justicia a 278 personas involucradas en estas actividades.
El auge del comercio electrónico ha facilitado el trabajo de los delincuentes, quienes aprovechan las plataformas online para distribuir productos falsificados. Esto ha dificultado la tarea de los consumidores para distinguir entre lo auténtico y lo falso. Los falsificadores emplean métodos sofisticados, como reutilizar botellas originales o imprimir etiquetas falsas, lo que complica aún más la identificación de productos legítimos. Además de las pérdidas económicas, el mayor riesgo radica en la salud de los consumidores, ya que se han detectado sustancias peligrosas como metanol, mercurio y plaguicidas en varios de los alimentos intervenidos.
La Euipo ha subrayado la importancia de dotar a los consumidores de la información necesaria para protegerse. La campaña busca crear conciencia sobre los riesgos asociados con la compra de productos falsificados y alentar a los consumidores a apoyar a las empresas legítimas que cumplen con las normativas de calidad de la Unión Europea. El director ejecutivo de la Euipo, João Negrão, ha enfatizado que esta es una batalla que debe ser liderada por todos: autoridades, productores y consumidores.
Entre los países de origen más frecuentemente señalados en relación con las falsificaciones de alimentos y bebidas se encuentran China y Turquía. Para protegerse de este tipo de engaños, la Euipo recomienda a los consumidores que compren siempre en tiendas y canales de distribución oficiales, verifiquen el etiquetado y su origen, y comprueben los logos de certificación para confirmar la legitimidad de los productos. Además, el sistema de indicaciones geográficas de la UE, que incluye denominaciones de origen protegidas y especialidades tradicionales garantizadas, actúa como un escudo contra estos fraudes, ayudando a preservar el patrimonio culinario europeo.
Otro consejo útil para detectar falsificaciones es examinar el embalaje y el producto en sí, ya que las falsificaciones suelen presentar defectos y errores ortográficos. La utilización de herramientas de autenticación, como códigos QR y hologramas, también puede ser de gran ayuda para verificar la autenticidad de un producto. La Euipo ha publicado una guía tecnológica que incluye más de 40 tecnologías que las empresas pueden utilizar para proteger sus marcas y productos.
Es importante recordar que la producción y distribución de productos falsificados está frecuentemente vinculada al crimen organizado. Estas actividades no solo socavan los negocios legítimos, sino que también ponen en peligro la salud de los consumidores y financian otros delitos graves, como el tráfico de drogas, el blanqueo de capitales, la ciberdelincuencia y el terrorismo. La lucha contra la falsificación alimentaria es, por tanto, un asunto de gran relevancia que requiere la colaboración de todos los sectores involucrados.