La gastronomía ha sido siempre un campo fértil para la creatividad y la innovación, pero en los últimos años ha surgido un fenómeno que ha capturado la atención de muchos: el gastrocringe. Este término, acuñado por el chef Julián Otero, se refiere a la mezcla de vergüenza ajena y fascinación que provocan ciertos contenidos gastronómicos en redes sociales. Desde hamburguesas gigantes cubiertas de oreo hasta platos que parecen más una broma que una comida, el gastrocringe se ha convertido en un tema de debate en el mundo culinario.
**La Influencia de las Redes Sociales en la Gastronomía**
Las redes sociales han transformado la manera en que consumimos y compartimos información sobre comida. En un mundo donde cada bocado puede ser grabado y compartido al instante, la presión por crear contenido atractivo ha llevado a muchos a experimentar con combinaciones absurdas y presentaciones exageradas. Este fenómeno no solo se limita a la comida, sino que también refleja una cultura más amplia de consumo y exhibición.
El chef Julián Otero, parte del equipo de I+D del restaurante Mugaritz, ha observado cómo la gastronomía se ha visto afectada por esta tendencia. En su opinión, el gastrocringe es una respuesta crítica a la decadencia postcapitalista que rodea la comida. En lugar de disfrutar de una experiencia culinaria auténtica, muchos se ven atrapados en un ciclo de consumo superficial, donde lo importante es la apariencia y la viralidad del contenido.
Otero ha comenzado a recopilar ejemplos de gastrocringe en su cuenta de Instagram, donde critica estos contenidos desde un enfoque humorístico pero también activista. Para él, es esencial señalar a los creadores de contenido que sus publicaciones no son solo inofensivas, sino que pueden tener un impacto negativo en la percepción de la comida y la cultura gastronómica.
**El Modívoro: Un Nuevo Tipo de Consumidor**
En este contexto, Otero ha introducido el concepto de «modívoro», que describe a aquellos que consumen tendencias alimentarias no por hambre o placer, sino por el deseo de estar al día con lo que es popular. Este nuevo tipo de consumidor se siente atraído por lo extremo y lo viral, buscando constantemente la próxima gran novedad en el mundo de la gastronomía.
La obsesión por lo nuevo ha llevado a la creación de platos que desafían la lógica y el buen gusto. Desde hamburguesas bañadas en oro hasta postres que parecen más una obra de arte que un alimento, el modívoro se siente atraído por la novedad y la extravagancia. Sin embargo, esta búsqueda de lo extremo también plantea preguntas sobre la autenticidad y el valor de la comida.
La psicología detrás de este fenómeno es compleja. Según la psicóloga Teresa Terol, el contenido cringe activa nuestro sistema de recompensa cerebral, liberando dopamina ante estímulos placenteros. Esto significa que, aunque sepamos que lo que estamos viendo es ridículo, no podemos evitar sentirnos atraídos por ello. La anticipación de lo que vendrá a continuación, junto con el uso de colores vibrantes y presentaciones llamativas, mantiene nuestra atención y nos hace querer más.
Además, el lenguaje utilizado en estos vídeos, a menudo infantil y lleno de exageraciones, también juega un papel crucial en nuestra respuesta emocional. La combinación de estos elementos crea un ciclo de retroalimentación donde el contenido cringe se vuelve cada vez más popular, alimentando la necesidad de los creadores de seguir produciendo material que capte la atención del público.
**La Gastronomía como Espejo de la Sociedad**
El gastrocringe no solo es un fenómeno aislado; es un reflejo de la sociedad contemporánea y de cómo nos relacionamos con la comida. En un mundo donde la mayoría de los alimentos son accesibles y fáciles de obtener, la búsqueda de lo nuevo y lo extremo se ha convertido en una forma de entretenimiento. La comida, que históricamente ha sido un símbolo de comunidad y cultura, se ha transformado en un espectáculo visual que a menudo carece de sustancia.
El antropólogo Xavier Medina Luque señala que este tipo de fenómenos suelen ocurrir en grupos privilegiados, donde el tiempo libre y la abundancia permiten experimentar con la comida de maneras que antes no eran posibles. Sin embargo, esto también plantea preguntas sobre la ética y la responsabilidad en la creación de contenido gastronómico. ¿Estamos trivializando la comida al convertirla en un mero espectáculo? ¿Qué impacto tiene esto en nuestra relación con la alimentación y la cultura culinaria?
La respuesta a estas preguntas no es sencilla, pero es evidente que el gastrocringe ha llegado para quedarse. A medida que las redes sociales continúan evolucionando, también lo hará nuestra relación con la comida y la forma en que la consumimos. La clave estará en encontrar un equilibrio entre la creatividad y la autenticidad, y en recordar que la comida es más que solo un contenido viral; es una parte fundamental de nuestra cultura y nuestra identidad.