La historia de Manuel Alonso Fernández, un hombre de 65 años que falleció en 2018 tras un diagnóstico erróneo, ha dejado una profunda huella en su familia y ha puesto de manifiesto las deficiencias en el sistema de salud pública. La tragedia comenzó en la madrugada del 5 de febrero de 2018, cuando Manuel acudió a Urgencias del hospital de Verín, buscando alivio para un malestar que había comenzado el día anterior. A pesar de sus síntomas, que incluían un dolor en el pecho y una hipersudoración, fue diagnosticado con gastroenteritis vírica y enviado de vuelta a casa con un tratamiento que no abordaba la verdadera causa de su malestar.
A las pocas horas, su estado se deterioró drásticamente. Cuando su familia llamó a Urgencias nuevamente, Manuel fue encontrado inconsciente y sin pulso. A pesar de los esfuerzos por reanimarlo, falleció a las 2:15 de la madrugada, solo dos horas después de haber sido atendido en el PAC. Este trágico desenlace ha llevado a su familia a luchar por justicia, enfrentándose a un sistema que, según ellos, no solo falló en salvar a Manuel, sino que también les falló en su búsqueda de respuestas.
La sentencia del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia (TSXG) ha condenado al Sergas a indemnizar a la viuda y a las hijas de Manuel, pero el camino hacia esta resolución ha estado lleno de obstáculos y frustraciones. Pilar y Manuela, las hijas de Manuel, han compartido su experiencia, revelando el dolor y la indignación que sintieron durante el proceso judicial. «La sensación es muy agridulce», comentan. «Estamos agradecidas de que se reconozca que se hicieron las cosas mal, pero tristes porque nada devolverá a nuestro padre».
La familia se sintió desamparada durante el primer juicio, donde el médico que atendió a Manuel mintió sobre la realización de electrocardiogramas. La madre de las hijas, presente durante la atención a su esposo, no podía entender cómo el médico podía negar la realización de pruebas que ella había visto. La falta de pruebas y la manipulación de la historia clínica de Manuel hicieron que la familia sintiera que el sistema judicial les fallaba. «Nos dejaron sin una prueba fundamental para el caso», lamentan, refiriéndose a la desaparición de los registros de los electrocardiogramas.
El sufrimiento de la familia no solo se debió a la pérdida de Manuel, sino también a la forma en que fueron tratados por el Sergas. A pesar de su dolor, se sintieron como si solo fueran un número en un sistema que priorizaba la defensa de sus propios intereses sobre la búsqueda de la verdad. «Lo que más molesta es que, a pesar de que acabas de sufrir una pérdida, te traten como si solo quisieras obtener beneficios económicos», expresan. La falta de empatía y la burocracia del sistema sanitario hicieron que su lucha por justicia se sintiera aún más pesada.
Finalmente, la familia decidió recurrir la sentencia inicial y buscar la verdad. Contactaron con el bufete de abogados de Eugenio Moure, que se comprometió a ayudarles a presentar la declaración de la enfermera que había atendido a Manuel aquella noche. La valentía de esta profesional fue crucial, ya que su testimonio ayudó a demostrar que el diagnóstico inicial había sido erróneo y que se habían cometido graves fallos en la atención médica.
La familia de Manuel sostiene que, si se hubiera realizado un diagnóstico adecuado, su padre podría haber sobrevivido. Las estadísticas respaldan su afirmación: la mortalidad de los pacientes que reciben tratamiento adecuado durante un infarto es significativamente baja. Sin embargo, el diagnóstico erróneo y la falta de pruebas adecuadas llevaron a una tragedia que pudo haberse evitado.
Pilar y Manuela esperan que su historia sirva para visibilizar los problemas en el sistema de salud y para que otros no tengan que pasar por lo mismo. «Queremos que esto sirva para dar visibilidad a este tipo de casos», afirman. La lucha por la verdad y la justicia no solo es un homenaje a su padre, sino también un llamado a la responsabilidad y la ética en la atención médica. La familia ha aprendido que, aunque el proceso judicial es arduo y desgastante, es fundamental para que se reconozcan los errores y se tomen medidas para evitar que se repitan. La valentía de aquellos que se atreven a hablar y a luchar por la verdad es lo que puede marcar la diferencia en el futuro de la atención sanitaria.