El reciente evento de la Conferencia de Presidentes en Barcelona ha puesto de manifiesto las tensiones lingüísticas y políticas que existen en España. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, se levantó de la sala durante las intervenciones en lenguas cooficiales, lo que ha generado un amplio debate entre los ciudadanos y los partidos políticos. Según una encuesta reciente, más de la mitad de los españoles, un 56,6%, aplauden su gesto, mientras que otros sectores de la población lo critican vehementemente.
La decisión de Ayuso de abandonar la sala mientras el lehendakari Imanol Pradales y el presidente de la Generalitat, Salvador Illa, hablaban en euskera y catalán, respectivamente, ha sido respaldada por un 77% de los votantes del Partido Popular (PP) y un 87,5% de los votantes de Vox. Sin embargo, esta postura no es compartida por los votantes del PSOE, donde un 75,2% la rechaza, así como un 84% de los partidos nacionalistas. La controversia se intensifica al observar que incluso un 21% de los votantes socialistas aplauden el gesto de Ayuso, lo que indica una división interna en el partido.
El uso de lenguas cooficiales en la Conferencia de Presidentes es un tema delicado que ha sido objeto de debate durante años. Ayuso, en su comparecencia posterior, acusó al Gobierno de Pedro Sánchez de utilizar las lenguas cooficiales para dividir a los españoles, calificando de «farsa» la necesidad de usar un pinganillo para entenderse. Este comentario ha resonado entre sus seguidores, pero también ha generado críticas desde otros sectores políticos que consideran que la diversidad lingüística es un valor que debe ser respetado y promovido.
En contraste, otros presidentes autonómicos, como el de Galicia, Alfonso Rueda, y el de Asturias, Adrián Barbón, han optado por iniciar sus intervenciones en sus lenguas regionales, lo que ha sido visto como un acto de orgullo cultural. Rueda afirmó que tener dos lenguas es un «orgullo y un privilegio», mientras que Barbón utilizó el bable, que aún no es lengua cooficial en su comunidad, para dar un saludo inicial. Esta diversidad de enfoques ha llevado a un 53,3% de los encuestados a creer que los demás presidentes han hecho bien en permanecer en la sala durante los discursos en lenguas cooficiales.
El uso del pinganillo, introducido por primera vez en esta conferencia, ha sido un punto de controversia. Solo un 33,7% de los españoles lo apoya, aunque cuenta con el respaldo mayoritario de los votantes del PSOE (73,8%) y de los partidos nacionalistas (79%). En cambio, un 65,2% de los encuestados rechaza la decisión de Sánchez de introducir el uso de lenguas cooficiales, lo que refleja una clara división en la opinión pública sobre este tema.
La situación se complica aún más con la manifestación convocada por el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, para protestar por los escándalos de corrupción que afectan al Gobierno. Un 51,4% de los españoles apoya esta convocatoria, especialmente entre los votantes del PP (90%) y Vox (74%). Sin embargo, un 40,8% no respalda la manifestación, con un rechazo notable entre los votantes del PSOE (82,6%) y Sumar (94,6%).
Este contexto de tensión política y lingüística refleja un panorama complejo en el que las decisiones de los líderes autonómicos y del Gobierno central son objeto de un intenso escrutinio público. La diversidad lingüística, lejos de ser un puente que una a las comunidades, se ha convertido en un campo de batalla político que polariza aún más a la sociedad española. La percepción de que el uso de lenguas cooficiales puede ser una herramienta de división o de unidad dependerá en gran medida de la evolución del discurso político y de la capacidad de los líderes para encontrar un terreno común en un país tan diverso como España.