La confitería Glaccé, un emblemático establecimiento de A Coruña, ha cerrado sus puertas, dejando un vacío en la comunidad que ha disfrutado de sus deliciosos roscones y otros dulces durante décadas. Este cierre no solo marca el fin de un negocio, sino también el cierre de un capítulo en la historia gastronómica de la ciudad. La noticia ha causado una gran conmoción entre los clientes habituales, quienes han hecho largas colas para llevarse un último recuerdo de este lugar tan querido.
La mañana del cierre, los clientes comenzaron a llegar desde temprano, algunos incluso antes de que amaneciera. Chus, una fiel seguidora de la confitería, llegó a las seis y media de la mañana para asegurarse de que no se quedaría sin su roscón. «Ayer llegué a las ocho y, a las diez, ya me quedé sin nada», comentó, reflejando la devoción que muchos sienten por los productos de Glaccé. Para ella, el roscón no es solo un dulce, sino una tradición que disfruta en cualquier momento del año, no solo en Reyes.
La propietaria de Glaccé, visiblemente cansada pero agradecida, atendía a los clientes con una sonrisa mientras trataba de cumplir con la demanda. «Hicimos todos los roscones que pudimos y con todo el cariño del mundo», expresó una de las trabajadoras, mientras envolvía los primeros pedidos del día. Este esfuerzo y dedicación se reflejaron en la calidad de los productos, que han sido elogiados por generaciones de coruñeses.
### La Pasión por el Roscón
El roscón de Glaccé ha sido un símbolo de la confitería, y muchos de sus clientes han compartido historias sobre sus experiencias con este dulce. Juan Carlos, un cliente habitual, decidió hacer cola para llevarse un roscón y guardar en su memoria ese sabor tan especial. «Yo, si puedo, no hago cola, lo encargo. En esta ocasión la hago por lo que es, pero no venía en Reyes», comentó, mostrando cómo la tradición ha evolucionado para adaptarse a las preferencias de cada uno.
Adelino, otro cliente, llegó antes de las nueve de la mañana, decidido a no quedarse sin su roscón. «El día anterior me quedé a las puertas y sin roscón, así que hoy quise asegurarme», dijo. La emoción de los clientes por llevarse un último roscón fresco era palpable, y muchos se debatían entre comerlo ese mismo día o guardarlo para una ocasión especial.
Montse, quien también ha sido cliente de Glaccé durante años, compartió su experiencia: «Vine a las 9.30, entré a las 11.15 y ya solo quedaban unas pastas». Su anhelo por los cruasanes y donuts azucarados refleja la diversidad de productos que ofrecía la confitería, todos elaborados con la misma dedicación y cariño. La nostalgia por los momentos compartidos en la confitería se hizo evidente en cada conversación entre los clientes.
### La Despedida de una Era
La razón detrás del cierre de Glaccé es la jubilación de sus propietarios, quienes no han encontrado un relevo que continúe con la tradición. Esta situación ha llevado a muchos a reflexionar sobre la importancia de preservar los negocios locales que forman parte de la identidad cultural de A Coruña. La confitería no solo ha sido un lugar para comprar dulces, sino también un punto de encuentro para la comunidad, donde se han creado lazos y recuerdos.
Olalla, una joven que decidió hacer la cola para sorprender a sus padres, recordó cómo ellos solían ser los que se ponían en la fila en Reyes. «Nada de congelar, esto es para comer hoy y despedirse», expresó, resaltando el valor emocional que tiene este dulce en su familia. La conexión entre la comida y los recuerdos familiares es un tema recurrente entre los clientes, quienes ven en el roscón de Glaccé más que un simple postre.
La comunidad de A Coruña ha respondido con tristeza ante la noticia del cierre, y muchos esperan que alguien se anime a mantener viva la tradición del roscón de mantequilla. La falta de relevo en negocios como Glaccé plantea un desafío para la preservación de la cultura gastronómica local, que se ve amenazada por la modernización y la falta de interés en la artesanía culinaria.
El cierre de Glaccé es un recordatorio de la importancia de apoyar a los negocios locales y de valorar las tradiciones que nos unen. A medida que los clientes se despiden de su confitería favorita, también se llevan consigo un pedazo de historia y un legado que perdurará en sus memorias. La comunidad de A Coruña no solo ha perdido un lugar donde comprar dulces, sino también un espacio donde se celebraban momentos importantes de la vida, desde cumpleaños hasta festividades.
La historia de Glaccé es un reflejo de la vida en A Coruña, donde la gastronomía y la comunidad están intrínsecamente ligadas. A medida que los clientes se llevan sus últimos roscones, la esperanza de que alguien continúe con esta tradición se mantiene viva, recordando que, aunque las puertas de Glaccé se cierren, el sabor de sus dulces siempre permanecerá en el corazón de quienes los disfrutaron.