La deuda pública de los países en desarrollo se ha convertido en un tema de creciente preocupación a nivel mundial. En un contexto donde el secretario general de la ONU, António Guterres, ha calificado esta situación como una «trampa silenciosa», se estima que más de 3.300 millones de personas viven bajo gobiernos que priorizan el pago de intereses a los acreedores sobre el gasto en servicios esenciales como la salud y la educación. Este fenómeno ha llevado a que la deuda pública de estos países, si se considerara como un solo Estado, se posicionara como la mayor potencia económica del mundo, superando incluso a naciones como Estados Unidos, China y Japón.
Durante la IV Conferencia de Financiación para el Desarrollo, que se celebra en Sevilla, se ha puesto de manifiesto que la deuda externa de los países menos avanzados se ha triplicado en los últimos 15 años, alcanzando cifras alarmantes. En 2024, se prevé que la deuda pública global llegue a los 34 billones de dólares, lo que representa el 31% del PIB mundial, la cifra más alta en la historia. Este escenario plantea un desafío monumental para los líderes mundiales, quienes deben encontrar soluciones efectivas para mitigar esta crisis.
### La Crisis de la Deuda y sus Consecuencias
La carga de la deuda está paralizando el desarrollo de muchas naciones. Guterres ha señalado que el sistema de deuda global es insostenible e injusto, y ha instado a los países a reformar la arquitectura financiera global. En este sentido, se están explorando diversas estrategias, como la mejora de la fiscalidad, especialmente para las grandes fortunas, y la movilización de recursos de bancos de desarrollo y del sector privado.
Uno de los problemas más críticos es que los países en desarrollo enfrentan tasas de interés más altas que los países desarrollados, lo que agrava aún más su situación financiera. Además, las decisiones de inversión a menudo se ven influenciadas por la presión de los prestamistas, lo que puede llevar a la realización de grandes obras costosas que no siempre benefician a la población. Por ejemplo, en Egipto se está construyendo una nueva capital administrativa, financiada en gran parte por préstamos de China, lo que ha generado preocupaciones sobre la pérdida de soberanía.
La situación se complica aún más por la sucesión de crisis internacionales, desde la pandemia de COVID-19 hasta conflictos armados. Cuando un gobierno decide no pagar su deuda, se enfrenta a la imposibilidad de acceder a nueva financiación, creando un ciclo vicioso del que es difícil escapar. Este fenómeno no es exclusivo de los países en desarrollo; Europa también ha experimentado crisis de deuda, como lo evidencian los casos de España y Grecia en la última década.
### Propuestas para una Nueva Arquitectura Financiera
En el marco de la cumbre de la ONU, se han propuesto varias iniciativas para abordar la crisis de la deuda. Uno de los eventos destacados fue un encuentro entre España y Sudáfrica, donde se discutió la sostenibilidad de la deuda en el Sur Global. El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, enfatizó la necesidad de un cambio profundo en la arquitectura de la deuda, afirmando que esta puede perpetuar la pobreza.
Una de las propuestas más ambiciosas es la creación de una alianza que reúna a acreedores, deudores, bancos y organismos multilaterales. Esta coalición tiene como objetivo dar mayor representatividad a los países del Sur Global, que actualmente están excluidos de los foros de acreedores. Entre los participantes se encuentran el Banco Interamericano de Desarrollo, el Banco de Desarrollo de Asia y el Banco Africano de Desarrollo, entre otros.
Además, España y Brasil han lanzado una iniciativa conjunta para promover una mayor tributación de los grandes patrimonios, con el fin de contribuir a una redistribución más equitativa de la riqueza. Esta propuesta busca abordar la desigualdad extrema, que se ha intensificado en los últimos años, y garantizar que quienes tienen más contribuyan de manera justa al bienestar social.
La iniciativa también incluye un llamado a la cooperación internacional para implementar reformas fiscales que aseguren que las personas con alto patrimonio paguen impuestos de manera más eficiente. En este sentido, se destaca la importancia de contar con datos precisos sobre la concentración de la riqueza y la contribución fiscal de los más ricos, lo que permitirá a los países diseñar políticas más efectivas.
La situación actual de la deuda pública en el mundo es un reflejo de las desigualdades estructurales que persisten en la economía global. La ONU, a través de sus conferencias y propuestas, busca no solo abordar la crisis de la deuda, sino también fomentar un cambio en la forma en que se financian y gestionan las economías en desarrollo. La implementación de un sistema tributario progresivo y justo es fundamental para garantizar un futuro más equitativo y sostenible para todos.