La situación en Gaza ha alcanzado un nuevo nivel de tensión tras la reanudación de los ataques israelíes, marcando un punto crítico en el conflicto que ha dejado a la población civil en una situación desesperada. Desde el 18 de marzo, cuando Israel rompió el alto el fuego de casi dos meses, la violencia ha escalado de manera alarmante, con ataques aéreos que han impactado en infraestructuras vitales, incluyendo hospitales.
En un reciente ataque, el Ejército israelí lanzó misiles contra el Hospital al Ahli, el único que permanece operativo en Gaza. Este ataque ha provocado daños significativos y ha obligado a la evacuación de pacientes y personal médico. A pesar de la gravedad de la situación, no se han reportado víctimas mortales hasta el momento, lo que subraya la precariedad de la vida en la región.
Mientras tanto, la delegación de Hamás se encuentra en Egipto, donde se llevan a cabo conversaciones sobre un posible acuerdo de alto el fuego y el intercambio de prisioneros. Jalil al Haya, líder negociador de Hamás, encabeza la delegación que busca mediar con las autoridades egipcias, quienes han estado actuando como intermediarios en el conflicto. Este esfuerzo se produce en un contexto donde la población civil sufre las consecuencias de la guerra, con un acceso limitado a servicios básicos y una creciente crisis humanitaria.
La Unión Europea ha condenado la muerte de 15 trabajadores humanitarios en un ataque israelí en Rafah, lo que ha llevado a un llamado a la rendición de cuentas. La alta representante de la Política Exterior de la UE, Kaja Kallas, ha expresado su preocupación por la escalada de violencia y ha instado a ambas partes a buscar una solución pacífica.
En un giro inesperado, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha comenzado a acercarse a partidos de ultraderecha en Europa, lo que ha generado críticas y preocupaciones sobre la dirección política de Israel. Este acercamiento ha sido interpretado como una estrategia para consolidar su base de apoyo en un momento de creciente presión interna y externa.
Hamás, por su parte, ha denunciado la destrucción del 90% de la infraestructura de agua y saneamiento en Gaza, acusando a Israel de utilizar el agua como un arma de guerra. La falta de acceso a agua potable ha llevado a un aumento en los casos de enfermedades relacionadas con la deshidratación y la malnutrición, afectando especialmente a los niños.
El Ejército israelí ha intensificado sus operaciones en Gaza, con órdenes de desplazamiento forzado para los residentes de varios barrios en Jan Yunis, lo que ha generado un clima de miedo y desesperación entre la población civil. Las autoridades israelíes han justificado estas acciones como necesarias para ampliar la zona de seguridad, pero los efectos sobre la vida cotidiana de los gazatíes son devastadores.
La situación en Gaza es un recordatorio sombrío de las consecuencias de un conflicto prolongado, donde la población civil se encuentra atrapada en medio de la violencia. A medida que las negociaciones continúan en Egipto, la comunidad internacional observa con preocupación, esperando que se logre un alto el fuego duradero que permita la llegada de ayuda humanitaria y la reconstrucción de la devastada infraestructura de Gaza.