La historia de José Barea, un hombre que ha vivido casi un siglo, es un testimonio viviente de un tiempo que muchos solo conocen a través de libros y documentales. A sus casi 103 años, Barea es el último español que tuvo la oportunidad de conocer a Adolf Hitler, un encuentro que tuvo lugar en 1940 en Hendaya, durante un momento crucial de la historia europea. Su vida, marcada por la música y la guerra, nos ofrece una perspectiva única sobre los eventos que definieron la Segunda Guerra Mundial.
La vida de Barea comenzó en Fitero, un pequeño pueblo navarro. Desde joven, mostró un talento especial para la música, aprendiendo a tocar el clarinete gracias a su tío, un compositor reconocido. Cuando estalló la Guerra Civil Española, Barea se vio envuelto en un conflicto que cambiaría su vida para siempre. A pesar de su juventud, se convirtió en un mensajero para los soldados alemanes, quienes le ofrecían comida y dinero a cambio de sus servicios. Esta experiencia le permitió conocer de cerca a los soldados de la Legión Cóndor, quienes estaban presentes en su pueblo durante la guerra.
### El Encuentro con Hitler
El 23 de octubre de 1940, Barea se encontraba en el cuartel de Loyola, donde estaba realizando su servicio militar. En ese momento, recibió la noticia de que debía prepararse para tocar el himno alemán. Sin saberlo, se estaba preparando para un evento que marcaría su vida. La reunión entre Franco y Hitler en Hendaya era un acontecimiento de gran importancia, y Barea formaba parte de la banda militar que tocaría para el Führer.
Cuando llegaron a la estación de Hendaya, Barea y sus compañeros se alinearon en el andén, esperando la llegada de Hitler. La tensión era palpable, y la emoción de tocar para uno de los hombres más poderosos del mundo era abrumadora. Finalmente, Hitler llegó, y Barea lo vio descender de un vagón engalanado. A pesar de la fama y el poder que emanaba, Barea recuerda que Hitler era un hombre de estatura media, lo que contrastaba con la imagen que muchos tenían de él.
Durante la reunión, Barea y su banda tocaron varias marchas militares y el himno alemán. La experiencia fue surrealista; tocar para un dictador que había desatado una guerra devastadora era un honor y un temor al mismo tiempo. Barea recuerda cómo, a pesar de la seriedad del momento, había un bocadillo de sardinas esperando para ellos, lo que hacía que la situación fuera aún más surrealista. La música, para Hitler, era una forma de propaganda, y Barea se convirtió en un instrumento de esa propaganda, aunque sin saberlo en ese momento.
### La Memoria de un Testigo
La vida de Barea no solo se ha definido por su encuentro con Hitler, sino también por su capacidad para recordar y narrar su historia. A lo largo de los años, ha compartido sus recuerdos con amigos y familiares, convirtiéndose en un archivo viviente de la historia. Su memoria prodigiosa le permite recordar detalles que muchos habrían olvidado, desde los nombres de sus compañeros hasta las circunstancias que rodearon su encuentro con el Führer.
A medida que el tiempo avanza, la historia de Barea se convierte en un recordatorio de la fragilidad de la memoria histórica. En un mundo donde la información se consume rápidamente y se olvida con la misma velocidad, su testimonio es un llamado a la reflexión sobre lo que significa recordar y aprender del pasado. La vida de Barea es un testimonio de la resiliencia humana, de cómo la música puede unir a las personas incluso en los momentos más oscuros.
Hoy, Barea sigue viviendo en su pueblo natal, donde es conocido y querido por todos. Su historia no solo es un relato de un encuentro con un dictador, sino también un reflejo de la vida de una generación que ha enfrentado guerras, cambios políticos y sociales. A través de su vida, Barea nos enseña que la historia no es solo un conjunto de fechas y eventos, sino una serie de relatos humanos que merecen ser contados y recordados.