En el vasto océano, donde la pesca se ha convertido en un campo de batalla entre gigantes y pequeños pescadores, los megaarrastreros han tomado un protagonismo que no pasa desapercibido. Estos colosos del mar, como el Annelies Ilena, no solo son impresionantes por su tamaño, sino también por su capacidad de captura, lo que plantea serias preguntas sobre la sostenibilidad de la pesca en aguas comunitarias y el futuro de la flota pesquera tradicional.
### La Era de los Gigantes del Mar
El Annelies Ilena, con sus 145 metros de eslora, se erige como el mayor buque pesquero del mundo. Este gigante, perteneciente al grupo polaco Atlantex, ha demostrado su capacidad para faenar en aguas comunitarias, donde ha estado activo durante 1.950 horas en lo que va del año. Su capacidad de procesar hasta 400 toneladas diarias de especies pelágicas contrasta drásticamente con los ocho barcos de altura que recientemente subastaron su faena en la lonja de Vigo, que apenas lograron reunir 128 toneladas en sus bodegas. Esta disparidad en la capacidad de captura plantea un desafío significativo para la flota pesquera tradicional, especialmente la gallega, que se enfrenta a restricciones cada vez más severas.
La situación se complica aún más cuando se considera que estos megaarrastreros operan en zonas donde la flota española ha sido restringida. A pesar de las limitaciones impuestas a la pesca de fondo, los grandes buques como el Annelies Ilena continúan faenando sin restricciones, lo que genera un sentimiento de injusticia entre los pescadores locales. La flota gallega, que ha tenido que adaptarse a las prohibiciones, se encuentra en una posición desventajosa frente a estos titanes del mar.
### Desigualdad en la Pesca: Un Desafío para la Flota Tradicional
La flota de cerco gallega, compuesta por 143 embarcaciones, se enfrenta a un recorte del 77% en los cupos de caballa recomendado por los científicos del Consejo Internacional para la Exploración del Mar (ICES). Este tipo de restricciones no solo afecta la rentabilidad de los pescadores, sino que también pone en riesgo su sustento y el futuro de la pesca en la región. En contraste, los megaarrastreros, que no están sujetos a las mismas limitaciones, continúan operando en aguas comunitarias, lo que genera un desequilibrio en el sector pesquero.
La postura de Bruselas respecto a estos buques es clara: no existen regulaciones específicas que limiten su tamaño o definan su impacto en los recursos marinos. A pesar de las preocupaciones planteadas por eurodiputados sobre la necesidad de establecer criterios para definir a los «superarrastreros», la Comisión Europea ha optado por no modificar las normas existentes. Esto ha permitido que la construcción de estos gigantes continúe, mientras que la flota tradicional se ve obligada a lidiar con restricciones cada vez más severas.
La situación se ha vuelto insostenible para muchos pescadores gallegos, que ven cómo sus barcos son exportados a otros países debido a la falta de oportunidades en el mercado local. La falta de relevo generacional y la caída en la rentabilidad han llevado a que al menos dos barcos de Ribeira se preparen para ser enviados a Mauritania, mientras que otros armadores buscan exportar más pesqueros gallegos a caladeros africanos.
La disparidad en la asignación de cuotas entre países también juega un papel crucial en esta desigualdad. Mientras que a la flota española le corresponde alrededor del 7% de todas las capturas posibles, Francia, a pesar de tener menos capacidad pesquera, recibe un 10%. Esta situación ha llevado a que los pescadores españoles se sientan marginados en un sistema que parece favorecer a los grandes operadores.
Los megaarrastreros, como el Willem van der Zwan, que ha sido el más prolífico en horas de pesca, poseen más capacidad que toda la flota cerquera de Galicia. Este tipo de desigualdad no solo afecta a los pescadores, sino que también plantea serias preguntas sobre la sostenibilidad de la pesca en Europa y el futuro de los recursos marinos.
La necesidad de un cambio en la política pesquera es evidente. La flota tradicional, que ha sido parte integral de la cultura y economía de muchas comunidades costeras, se enfrenta a un futuro incierto. Sin embargo, la presencia de los megaarrastreros, que operan sin restricciones significativas, sugiere que la lucha por la equidad en la pesca está lejos de resolverse. La situación actual exige una reflexión profunda sobre cómo se gestionan los recursos marinos y cómo se puede garantizar un futuro sostenible para todos los actores involucrados en la pesca.